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Empatía en el diseño del espacio

La atmósfera entrega una conexión física con la marca de una empresa y convierte el espacio en una experiencia.

Piensa en tu local de café favorito. Haz un recorrido rápido entre sus mesas, revive el sonido de sus sillas, el tipo de música que sueles escuchar cuando estás ahí y, por supuesto, evoca el aroma del café. ¿Qué es lo que te gusta de ir allí? Quizá tu respuesta apunte a la calidad de sus productos, su cercanía a casa o los precios convenientes. Pero piensa que tal vez la terminación y altura de sus mesas, la forma cómo se apagan los murmullos de las personas y la sensación de bienestar semi-privado de sus sillones tengan algo que ver. De hecho, quizá sean exactamente el motivo por el cual no solo vienes y vas, sino que decides quedarte, una hora o dos.

Porque el ambiente influye dramáticamente en el estado de ánimo, la motivación y el comportamiento de las personas, tanto de los visitantes ocasionales como de los empleados. La atmósfera también entrega una conexión física con la marca de una empresa y convierte el espacio en una experiencia.

Pasamos alrededor de un 90 por ciento de nuestra vida en espacios interiores. Cuando priorizamos criterios de fluidez de movimiento, comunicación, sensorialidad y comodidad por encima de lo exclusivamente funcional o trendy, sugerimos emociones y le damos forma a los momentos. Se trata de anticiparse y entender a profundidad el comportamiento humano -y de los animales en espacios pet friendly- para satisfacer sus necesidades inmediatas al tiempo que se les entrega bienestar para seguir con sus vidas de la mejor manera posible. Y para que quieran volver. 

En última instancia, se trata de empatía, porque todos merecemos acceso al buen diseño, espacios pensados en nosotros, programados para afectar positivamente nuestra jornada.

Los espacios que ponen las necesidades humanas en primer plano agregan significado, profundidad y satisfacen el subconsciente de quienes los ocupan. Sin embargo, a veces tenemos la sensación de que estos conceptos emanados desde la semiótica de los lugares y la psicología de masas han sido explotados en el branding del espacio más para incrementar el consumo (las luces blancas de los supermercados, los pequeños anaqueles junto a las cajas abarrotados de dulces, justo a la altura de los ojos infantiles), que para hacernos felices. 

A menudo malinterpretado o subestimado como superficial en temas de presupuesto, el diseño de interiores es un área crucial para el éxito, porque proyecta la trascendencia del negocio en sus clientes o usuarios. El buen diseño interior debe poner a las personas en el centro de cada proyecto, sin distinción entre retail design, workspaces o brand environment, enfocándose en crear espacios que se vean bien y se sientan bien. Espacios que sean realmente memorables. Cuando en Estudio Tinte emprendemos un proyecto, una buena parte de la fase inicial la invertimos en observar a las personas en el espacio, estudiamos su potencial funcional, estético y emocional, a partes iguales. Más tarde pasamos a los planes y recursos, pero la empatía siempre es el mapa que guía la estrategia. 

Por ejemplo en el diseño de oficinas, nos planteamos preguntas del tipo ¿Cómo se conectarán los empleados entre sí?, ¿Cómo generar una atmósfera estimulante, más colaborativa, más práctica, más cálida?, ¿Cómo evitar que se estorben?, ¿Cómo puede mejorar el espacio, el día a día de estas personas?, ¿Cómo hacerlos sentirse orgullosos de su lugar de trabajo? Nos hacemos estas preguntas para intentar comprender sus deseos y necesidades, y diseñar posteriormente entornos que involucren sus sentidos y aprovechen positivamente sus emociones.

Resolver problemas espaciales es evitar “fricciones”. Creemos en la fluidez, en el sentido común y en que podemos levantar un método, un sistema que contribuya a que las personas puedan vivir mejor ese 90 por ciento de vida que pasan bajo un techo.

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